Anteriormente el Poder Político tenía sus empleados públicos, esas personas que estaban en contacto directo con los ciudadanos y otorgaban o denegaban, en función de preferencias, amistades, relaciones familiares e, incluso sobornos determinadas prebenda, empleados públicos que estaban juramentados con las diversas opciones políticas del momento con el fin de asegurarse el puesto, cuando su partido alcanzara el poder. Sin embargo, nuestro acceso a la función pública, no ha sido por conocer a esos que dicen nos gobiernan y costó mucho que el anterior método de selección de personal se sustituyera por el actual basado en criterios de igualdad, capacidad, mérito y publicidad, tanto que incluso hoy, perviven residuos de ese pasado mediante la designación a dedo de asesores personales, determinadas promociones profesionales y ceses e incluso despidos arbitrarios.
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